Como librarse de Matthew by Jane Fallon

Como librarse de Matthew by Jane Fallon

autor:Jane Fallon
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2007-09-04T22:00:00+00:00


Capítulo 20

Helen volvió a sentarse ante el escritorio, dando la vuelta a la tarjeta una y otra vez con sus dedos. No podía procesar lo que veía, debía de haber cogido una tarjeta errada en casa y el número de Sonny en realidad estaba... ¿dónde? Recordaba haberlo pasado del bolsillo de su vaquero a su bolso en un movimiento furtivo, asegurándose de que Matthew no la viera y le preguntara qué era. No había posibilidad de error. Lo que sólo podía significar una cosa. Sonny era Leo y Leo era el hijo de Matthew con su primera esposa, Hannah. El que casi no tenía contacto con su padre. Salió a la escalera y llamó a Sophie.

—¿Cómo te está yendo con Sonny? —preguntó Sophie después de intercambiar los saludos de rigor—. Me dijo que creía que ibas a poder ayudarlo.

—¿Por qué le llamas Sonny? —preguntó Helen, intentando sonar despreocupada—. En su tarjeta dice que su nombre es... Leo Shallcross. —Se esforzó por que sonara como si lo estuviera leyendo por primera vez.

—Oh... —se rió Sophie— y así es. Yo lo llamo Sonny[11] porque es mi hijastro. Es el hijo mayor de Matthew, ¿no te lo había dicho? Y cuando nos conocimos él ya era este hombre maduro del que se suponía que yo era la madrastra, así que le puse ese apodo en broma, para tomarle el pelo, y así quedó. Ya no me imagino llamándolo Leo. Debí decírtelo.

Coño, pensó Helen. Coño, coño, coño.

Sophie todavía hablaba.

—Bueno... él dice que os entendisteis muy bien y que sacarás tiempo para hacerle algunas cosas...

—Todavía no estoy segura —dijo Helen, desesperada por cortar la comunicación—. Tal vez... Sólo que tengo un montón de cosas en este momento. A propósito, ¿tú no me habías dicho que Matthew trabajaba en Relaciones Públicas? ¿No tendría más sentido que él tomara la cuenta del restaurante? Ya sabes, precio de familia y todo eso.

—Deja de querer librarte del trabajo.

Helen la interrumpió.

—Oye Sophie, tengo que dejarte, he de acabar un trabajo urgente.

—¿Sigue en pie lo del miércoles por la noche? —preguntó Sophie.

—Sí, claro. Nos vemos allí. —Helen cortó antes de que Sophie se despidiera.

Mierda, mierda, mierda.

Intentó imaginarse a Matthew con treinta y ocho años. ¿Se habría parecido a Leo? Tenían los mismos ojos azules —¿cómo no se había dado cuenta? Pero, claro, Leo tenía el cabello oscuro —Matthew ya peinaba canas—, y Leo no tenía la nariz de los Shallcross. La suya era más estrecha, más recta; era como comparar la de Paul Newman con la de Dustin Hoffman. Dios, besé al hijo de mi novio, pensó, y pasando por alto el detalle de que Leo era mucho más cercano a ella en edad que Matthew, decidió que lo que había pasado instantáneamente la convertía en abusadora de menores o en alguna pervertida del estilo. Tenía que existir un nombre para esta clase de transgresión. Matthew le había cambiado los pañales (bueno, conociéndolo probablemente no lo había hecho nunca, pero daba igual) y ahora ella estaba prácticamente teniendo sexo con él. En lo que tocaba a Matthew, Helen no podía haber elegido a nadie peor a quien besar.



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